Los Basureros de Armilla

Una crónica de José María Sánchez Osuna publicada en su blog http://jomasaos.blogspot.com.es.


Los Basureros
En el recuerdo de más de un armillense estará el sonido de los carros de los basureros en el amanecer de un lejano verano. Eran unos sonidos muy peculiares, cada uno de ellos tenía una particularidad, unos se distinguían por las voces que daba el basurero al saludar o al arrear a las bestias, otros, en cambio, se conocían por el resonar de las ruedas de madera del carro. Eran sonidos llenos de vida que fueron desapareciendo conforme el progreso y la modernidad irrumpieron en nuestra sociedad. Ahora nada queda de aquellas caravanas que, en un pasado, contribuyeron a crear y formar la Armilla de hoy.

El trabajo de los basureros de Armilla normalmente se hacía en el ámbito de familia, todos los miembros del clan trabajaban sin descanso para conseguir un producto que les daría de comer: el estiércol. En Armilla vivían algo más de cien familias de esta actividad, eran familias muy numerosas, con siete o más hijos.

La labor de basurero no era tan simple como podamos imaginarla en la actualidad: era todo un ritual que partía con la recogida y finalizaba con la fermentación de la basura. El basurero, al llegar a Granada con los primeros rayos del alba, se encontraba con su zona determinada, en ella no estaba tan sólo la basura, también estaban las personas que la producían, personas que se relacionaban con el basurero, que sabían su nombre, los hijos que tenía, si la mujer estaba embarazada, o si la suegra había fallecido el día anterior. Estos clientes le preparaban la basura clasificada, así la labor de nuestros hombres era más sencilla.

El basurero aprovechaba prácticamente todos los desperdicios. Eran muy pocos los que no se reciclaban. En los carros era habitual poder observar distintos bidones metálicos, cada uno de ellos para una basura en concreto.

Antes de que cayese la tarde los carros volvían de la ciudad, sus ocupantes ya no tenían fuerzas para gritar, se les podía ver descansando en la vara del carro, con la gorra echada un poco hacia atrás y de vez en cuando dando una cabezada. Tenían que tomar fuerzas para la tarea que le esperaba en la casa.

La labor del hogar consistía en volver a clasificar la basura, ahora de una forma más esmerada. Y sobre todo el "apañar" la comida a los cerdos con los restos de cáscaras, frutas y demás desechos de uno de los bidones. Otra tarea era la de la clasificación de los papeles y cartones, en ella cooperaba toda la familia haciendo paquetes que luego venderían para el reciclaje. Por último, amontonaban los hierros, colchonetas, alambres y demás en otra pila.

Se acercaba la hora de la cena, pero aún faltaba realizar el asunto más importante: transportar los restos de todas las basuras al estercolero. La gran mayoría de los estercoleros se encontraban situados en las proximidades de Churriana, en ellos cada basurero tenía una parcela donde dejar la basura para que, mediante un proceso bacteriológico y climatológico, se descompusiera. Meses más tarde, en lugar de basura habría estiércol del más natural, que utilizado convenientemente en la vega haría crecer con un vigor inusual los diferentes productos.

Me comentaba un vecino de la localidad que el sabor de aquellos pimientos, o de las patatas si que era natural...

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